domingo, 26 de septiembre de 2010

Niños salvajes: 2 casos, 2 películas

En esta ocasión vais a ver que me extiendo más de lo que suele ser habitual en aspectos no relacionados directamente con lo cinematográfico, pero creo que son detalles que pueden resultar interesantes a la hora de ver o revisar las películas de las que voy a hablar. También quiero avisar que esto no pretende ser un tratado clínico ni de ningún tipo, por lo que todo se expone de forma somera y lo más amena posible.

Niños salvajes

Los niños salvajes son niños que han crecido aislados de la sociedad durante un largo periodo de tiempo. Se incluyen en esta categoría tanto los que no han tenido ningún tipo de contacto humano (por ejemplo, han crecido en el bosque), como niños que han sido confinados desde pequeños en algún lugar donde sólo se les alimentaba.

El término proviene de “homo ferus”, ya que al principio se les llegó a considerar una especie aparte.

Es comprensible la expectación e interés que levantan los casos de este tipo entre los estudiosos, ya que son valiosísimos para entender, entre otras cosas, la verdadera importancia de la socialización, los métodos de adaptación y supervivencia en circunstancias extremas, las ideas innatas frente a las adquiridas, naturaleza frente a cultura (Rousseau, Hobbes… ), dando lugar a intensos debates y discusiones en torno a la naturaleza humana desde el punto de vista filosófico, psicológico, político y moral.

Aquí nos vamos a centrar en dos de los casos históricos más conocidos que han sido llevados a la gran pantalla.

El primero es el caso de Victor de Aveyron, quien sobrevivió solo en el bosque hasta los 12 años aproximadamente. Lo llevó al cine Truffaut en 1969 con el título “El pequeño salvaje”.

El segundo es el caso de Kaspar Hauser, que creció encerrado y encadenado, en completo aislamiento, hasta los 16 años. Su historia la filmó Werner Herzog en 1974 y se tituló en España “El enigma de Kaspar Hauser”.

Es curioso que tanto Truffaut como Herzog han manifestado en alguna ocasión su desapego por el género documental y en estas películas hay un poso documental patente. Llama sobre todo la atención Werner Herzog, que ha expresado su odio al documental y al cine directo y en más de una ocasión se ha movido por esos terrenos, buscando un tipo distinto de verdad: “No sólo cambio de argumento en mis películas "históricas", también lo hago en mis "documentales". En lugar de la verdad "verdadera" coloco siempre otra, tan verdadera como ella, pero "distinta", intensificada, potenciada. Aguirre y Kaspar siguen los hechos históricos para dirigirse a otra vía. Me parece que esto ofrece un ángulo muy claro; desde ahí tenemos un punto de partida seguro que nos permite desviar la imaginación y dejarla en libertad para ver a través de las cosas. Da cierta seguridad de entrada y se puede volver a ello como un refugio.”


El caso de Victor de Aveyron

A finales del siglo XVIII apareció en un bosque de Francia un niño. Estaba desnudo y lleno de arañazos. No hablaba. Además parecía no atender a los ruidos que se producían a su alrededor.

Cuando Victor fue capturado lo llevaron al Hospicio de Rodez. El primer diagnóstico que se le dio fue que era un deficiente mental incurable. Dedujeron que este habría sido precisamente el motivo de su abandono. Pinel, defensor de esta idea, lo quiso internar en el Hospicio de Bicêtre junto con los diagnosticados de idiotismo. En este punto, tras el interés inicial, la ciencia dio la espalda al niño.

Pero en este caso, tan importante como el propio Victor, aparece la figura de Jean Itard, que creía ciegamente en el poder de la educación y está considerado el primer educador de niños inadaptados. Éste tenía una opinión totalmente diferente sobre Victor. Para él, las carencias del niño se debían a su aislamiento. Éste no tendría deficiencia mental ninguna. Alegaba que no se podían juzgar las capacidades de un niño que había crecido aislado de todo contacto social y privado de educación. Serían estas las causas de sus dificultades.

Logró que no se le ingresara en Bicêtre. Finalmente lo llevaron al Instituto de Sordomudos de París. Pero viendo que el niño salvaje de Aveyron se estaba convirtiendo en un “espectáculo de feria” decidió sacarlo de allí y se lo llevó a su casa, convencido de que era el mejor modo de darle una educación y lograr insertarlo en la sociedad. Contó con la ayuda de Madame Guérin, que recibía una pensión del Ministerio por este trabajo.

Jean Itard trabajó sin descanso con Victor y ciertamente logró mejorar ciertos aspectos sociales e intelectuales. Por ejemplo, consiguió que se comunicara mediante una suerte de lenguaje de signos, aprendió a leer y escribir frases simples, los nombres de algunos objetos, a expresar deseos, a seguir órdenes…

Los métodos de Itard se basaban en los principios que ahora conocemos como condicionamiento, imitación o aprendizaje vicario y modificación de la conducta. Muchos de estos métodos de aquella eran nuevos, creando los cimientos de lo que más tarde se denominó “educación especial”. Eso sí, para lograr sus objetivos utilizaba sistemas de recompensa-castigo que a día de hoy se nos aparecen como excesivos.

Itard reconoció en su informe final que la educación de Victor no era completa y que probablemente nunca lo sería.

A la muerte de Itard, en 1838, Madame Guerín siguió cuidando de Victor hasta la muerte de éste cuando contaba unos 40 años. Edouard Séguin, que examinó a Victor en sus últimos años, llegó a la conclusión de que se trataba de un caso claro de deficiencia mental.

El caso de Kaspar Hauser

Cuando Kaspar Hauser apareció en medio de una plaza de Nuremberg en 1828, la gente pensó que o bien estaba loco o llevaba unas copas encima. Portaba una carta en la que se indicaba su fecha de nacimiento (30 de abril de 1812). También llevaba unas señas: “Al capitán de caballería del 4º escuadrón, 6º regimiento de caballería ligera”.

Apenas decía cuatro palabras. Y cuando le pusieron un papel delante sólo fue capaz de escribir su nombre. Al principio solamente comía pan y agua, por lo que se dedujo que era el único alimento que había probado en toda su vida.

Kaspar pasó por varias familias, hasta que Nuremberg lo adoptó y nombró hijo predilecto de la ciudad.

Una de las cosas que más llamó la atención a sus contemporáneos fueron sus peculiares características sensoriales. Por ejemplo le costaba ver de día y en cambio se manejaba de manera sorprendente cuando había oscuridad. Tenía además muy desarrollado el sentido del olfato. También le costaba comprender las perspectivas.

Kaspar aprendió pronto a hablar y escribir. Llegó a adquirir conocimientos de filosofía, ciencias, latín y música. Tomó conciencia de sus propios estados mentales y logró razonar de manera coherente. Fue el propio Kaspar quien contó su historia una vez que aprendió a comunicarse.

No llegó a ver la cara de quien lo cuidaba, pero sí que oyó, en los últimos momentos de su encierro, una voz y recibió una mínima interacción y educación. A su cuidador se le identificó más tarde como Franz Richter, montero del barón de Griesenberg.

Uno de sus mayores estudiosos fue el abogado Anselm von Feuerbach. Según su estudio, siguiendo el código penal bávaro se constatan dos delitos contra Kaspar: el de abandono y el de detención ilegal. Pero encuentra un vacío jurídico: el delito que atenta contra el alma de un hombre. Según Feuerbach, este delito se da al separar a un hombre de la naturaleza y del resto de seres humanos, dificultando su acceso a un destino humano, privándole de los alimentos espirituales. Para el abogado, este es el más criminal de los atentados ya que se dirige contra el patrimonio más auténtico del hombre: su libertad y su vocación espiritual.

Sobre la procedencia de Kaspar Hauser se han hecho muchas conjeturas. Una de las hipótesis más extendidas es que se trataba de un descendiente de la Casa de Baden. En concreto sería hijo de Estefanía de Beauharnais y del príncipe Carlos de Baden. Pero nunca se ha podido comprobar ninguna de las suposiciones que se han hecho sobre el origen de Kaspar.

Kaspar murió asesinado el 17 de diciembre de 1833, cinco años después de su aparición. En su autopsia se pudo comprobar el efecto que el largo encierro había ejercido sobre él: lesiones en el cerebro y el hígado atribuibles a una mala alimentación, largo cautiverio y falta de movilidad. En su epitafio podemos leer (traducido del latín): “Aquí yace Casparus Hauser, enigma de su tiempo. Su nacimiento es desconocido, su muerte un misterio.” (Ver foto abajo)


Victor y Kaspar; Kaspar y Victor

Aunque ambos casos poseen varios puntos en común también presentan bastantes divergencias.

Tanto uno como otro sufrieron una deprivación social prolongada, pero crecieron de manera muy distinta. Mientras que Victor creció en un bosque, en plena naturaleza, completamente rodeado de estímulos de la más diversa índole, Kaspar vivió su infancia encerrado en completa oscuridad y privado de movilidad.

Victor no tuvo ningún tipo de contacto humano hasta que fue encontrado, Kaspar sí que recibió la “visita” en los últimos días de su encierro de un hombre que le enseñó a escribir su nombre y a pronunciar algunas palabras.

Tanto Victor como Kaspar fueron vistos por sus contemporáneos como seres inferiores, llegando a exhibirlos como si fueran un espectáculo de feria.

Victor jamás llegó a integrarse en la sociedad. Hizo algunos avances, pero no los suficientes.
Kaspar desarrolló sus capacidades mentales y sociales rápidamente. Le faltaba mucho por hacer para estar totalmente integrado, pero llevaba buen camino. Sin embargo su temprana muerte impide saber si alguna vez habría logrado una total socialización.

Tanto el caso de Victor como el de Kaspar han sido catalogados en más de una ocasión de autismo. Obviamente, al no poder estudiar a los sujetos directamente y tener que basarse en los datos que nos han llegado, el diagnóstico se complica.

Aunque el término autismo (de “auto”, uno mismo, propio) se usó por primera vez en 1912, la clasificación médica de este trastorno tuvo lugar en 1943, de mano de dos personajes diferentes: Leo Kanner y Hans Asperger. Es decir que en la época en que vivieron estos niños el autismo no existía clínicamente como tal, no estaba definido.

En el caso de Victor de Aveyron podemos decir, con los datos existentes, que sí padecía autismo. En cambio, Kaspar Hauser apunta más a trastornos causados por deprivación social prolongada.

Victor no mostraba verdadero afecto por nadie. Seguía a quien lo cuidaba con el objetivo de satisfacer sus necesidades. Todo en él apunta a la soledad mental característica del autismo. No presenta reciprocidad social ni emocional. Sus problemas de comunicación son serios. Jamás llegó a comunicarse con normalidad. En los escritos de Itard se habla también de sus problemas para fijar la atención. Además se indica su forma característica de andar, siempre al trote o al galope. También señala la falta de propósito y determinación de sus acciones.

Una característica curiosa de muchos niños autistas es que a menudo se les ha considerado sordos pero luego se ha visto que reaccionaban a sonidos concretos. Con Victor pasaba esto. Cuando lo sacaron del bosque no parecía reaccionar a ningún ruido ni a las voces de los demás. Pero descubrieron que si cascaban una nuez cerca de él o abrían la alacena de la comida se volvía para mirar. Además vieron que reaccionaba a la letra “o”, de ahí que le pusieran un nombre con esa letra: Victor.

Otros datos que llevan a decir que Victor era autista son los movimientos repetitivos, movimientos de balanceo y la falta de juego imaginativo.

Por el contrario, Kaspar Hauser hizo alarde desde el primer momento de un desarrollado sentido común. Llegó a razonar de forma coherente. Sus argumentaciones tenían coherencia interna. Su desarrollo del lenguaje fue costoso, pero logró comunicarse con bastante soltura. También consiguió aprender a escribir. Llegó a ser consciente de sus estados mentales, e incluso hablaba de ellos.

Nada en Kaspar indica soledad autista. Mostraba buen contacto afectivo y se relacionaba con los demás de forma apropiada.

Sus deficiencias motoras y sensoriales pueden explicarse perfectamente por las condiciones extremas en las que creció.

Otro de los detalles que alejan a Kaspar de un diagnóstico de autismo es que jugaba con su caballo de juguete, es decir, desarrollaba juego de ficción.


“El pequeño salvaje” (Victor de Aveyron)

Cuando Truffaut leyó un libro de Lucien Malson sobre niños salvajes en el cual se hablaba del caso de Victor de Aveyron, se empieza a interesar por el tema. Y no podía ser de otra manera dado el interés que siempre mostró el director por la infancia, sobre todo por los niños con problemas y todo lo que tiene que ver con ellos.

El guión, elaborado por François Truffaut y Jean Gruault, se basa sobre todo en los informes que Itard dirigió al Ministerio de Interior, que era quien sufragaba el cuidado de Victor.

Para el papel de Victor se eligió a Jean-Pierre Cargol, a quien encontraron en una calle de Montpellier. Era un muchacho gitano cuyos rasgos y aspecto general se adaptaban perfectamente a lo que buscaba Truffaut.

El papel de Itard lo interpretó el propio Truffaut, siendo el blanco de toda clase de críticas, y no fueron pocas, aludiendo sobre todo a su falta de expresividad. Truffaut nunca se arrepintió de su decisión: “[…] Desde el día que decidí interpretar a Itard, el filme adquirió para mí una razón de ser completa y definitiva.[…]”

Destaca la austera ambientación, huyendo de decorados artificiales y, sobre todo, la magnífica fotografía en blanco y negro de Néstor Almendros en su primera colaboración con el director francés.

El director de fotografía, tiempo después, hablaría maravillas de Truffaut: “Al contrario de tantos otros rodajes, en los de Truffaut no hay histeria, no hay gritos, todos los miembros del equipo se comportan como una familia bien avenida. El trabajo transcurre con suavidad, a un excelente ritmo, pero sin prisas. Su signo característico es la cooperación. Truffaut es un hombre que, con todo su gran talento, escucha las sugerencias de quienes trabajan con él, toma en consideración cualquier comentario. Puede rechazarlo o aceptarlo, pero su actitud no es la del genio que no necesita ninguna clase de ayuda.”

Almendros recreó de forma espléndida la época en que se desarrolla la historia (finales del siglo XVIII). Rinde homenaje al cine mudo utilizando luz indirecta y, por propuesta de Truffaut, utilizó el cierre de iris que tanto recuerda a los comienzos del cine. A esta atmósfera tan lograda contribuye la música de Vivaldi.

A pesar de que la trama se desarrolla a finales del siglo XVIII, el discurso resulta tremendamente actual. Truffaut hace cine, no un compendio científico, pero aprovecha muy bien los escritos de Itard para lanzar su mensaje: poner de manifiesto la importancia de la educación y la necesidad de afrontar los casos difíciles que necesitan una respuesta, así como la defensa a ultranza de la infancia y la necesidad de respetar al que se sale de lo “normal”. Critica a los que se aprovechan del otro, al que infravalora y ridiculiza al que no es como él.

“El pequeño salvaje” tuvo una acogida excepcional. El mismo Hitchcock, a quien tanto admiraba Truffaut, se mostró entusiasmado por la película. Además recibió el apoyo del sector que más le importaba en este caso a Truffaut: el de la docencia, que admiró el valor pedagógico de la película.

Truffaut no narra toda la historia de Victor, dejando en el aire la esperanza de que el niño va a lograr adaptarse y ser feliz gracias a la educación. Que quede claro que es un filme lleno de sensibilidad pero que nunca cae en la sensiblería.

Reconozco que el mensaje que se nos transmite es muy bonito, pero viendo la película, cuando se ve al niño disfrutar de verdad bajo la lluvia, en contacto con la naturaleza, a mí al menos me dan ganas de que escape y vuelva al bosque.

Estamos, en resumen, ante una película estupenda que se ve, además, muy fácilmente. Altamente recomendable para todo el mundo en general y, particularmente, para todo aquel interesado en ciertos temas como la enseñanza, la psicología y la filosofía por su alto valor didáctico.

“El enigma de Kaspar Hauser”

Entusiasmado por la historia de Kaspar Hauser, Werner Herzog decide llevarla a la gran pantalla. El título original (“Kaspar Hauser - Jeder für sich und Gott gegen alle”) lo sacó Herzog de una película brasileña, “Macunaima”, de Joaquim Pedro de Andrade. En ella un personaje pronuncia la siguiente frase: “Cada uno a lo suyo y Dios contra todos”.

Según Herzog: “[…]Salté de la butaca porque supe que ése era el título de mí película. Debo explicar que tal título está constantemente en el filme, en el sentimiento de soledad, de haber sido olvidados por Dios e, incluso, de que Él es nuestro enemigo. Había una escena en que Kaspar decía ante los curas: "Cuando miro a mi alrededor y veo a la gente, siento en verdad que Dios debe tener algo contra nosotros". Esta escena aclaraba totalmente el título de la película, pero no la conservé. El filme se hacía demasiado largo. Y creo que el título en alemán quedó justificado de cualquier modo a pesar de omitirla.[…]

Uno de los detalles que más llama la atención es la edad del actor elegido para el papel protagonista. Kaspar fue liberado con unos 16 años y Bruno S. tenía más de 40 cuando se rodó la película. Pero este detalle pronto lo olvidamos al ver la estupenda actuación del actor.
Bruno Schleinstein fue descubierto por Herzog mientras el primero tocaba por la calle. El director le puso el apelativo de “el soldado desconocido del cine alemán”. Bruno, hijo de una prostituta, fue ingresado en un orfanato a los tres años y pasó unos 20 años de institución en institución. Quizá esta circunstancia es la que hace que forje un personaje tan creíble. Bruno S. repitió con Herzog en “Stroszek” y poco más trabajó en cine. Se centró en la música y la pintura hasta sus últimos días. Murió el pasado 11 de agosto.

Destaca en la película el aire poético que la envuelve de principio a fin. A este aspecto contribuye la poderosa fotografía de Jörg Schmidt-Reitwein y Klaus Wyborny. Según cuenta Herzog: “[…] Doy a la fotografía el lugar más importante. En Kaspar, mientras los hombres hablan, el paisaje es armonioso, pacífico. Sin embargo, la armonía de la imagen no se corresponde con la acción que transcurre ante nuestros ojos: el resto del mundo aparenta beatitud mientras se trama, se conspira. Busqué que la fotografía transmitiera esa falsa apariencia que la realidad presenta, esas notas tranquilas, estatuarias.[…]”

La música elegida, en la que figuran piezas de Pachelbel, Mozart, Albinoni y Orlando di Lasso, potencia la imagen sin quitarle protagonismo.

Werner Herzog se aproxima a la historia real de Kaspar Hauser tomándose algunas licencias y utilizando un estilo que tiende al expresionismo, pero sin perder nunca el poso de realidad que requiere una historia de estas características.

La película retrata la Alemania de principios del siglo XIX, su vida, su sociedad. Una sociedad cruel y clasista que ve al diferente como inferior.

Herzog centra todo el protagonismo en la figura de Kaspar Hauser, al que acompañamos desde sus últimos días de encierro hasta su muerte (con marcados saltos temporales) siguiendo su evolución y su adaptación intelectual y social.

La película critica a los que intentan imponer a Kaspar sus costumbres y sus ideas y creencias. Logra que simpaticemos con los planteamientos de Kaspar, carentes de malicia, más simples quizá, libres de prejuicios. Y, ciertamente, muchos de los actos y razonamientos de Kaspar se tornan más sensatos desde el punto de vista actual. Con su mentalidad no corrompida, con su candidez, Kaspar rebate la existencia de Dios, los argumentos de la Lógica e incluso las ideas machistas de la época.
Es llamativo el contraste entre la cerrazón mental de los supuestamente civilizados frente a la forma de afrontar todo de forma más abierta de Kaspar.

Igual que pasaba con Victor de Aveyron, a la mínima ocasión el protagonista huye. Intenta escapar de un mundo donde no ha pedido estar, como si en cierta manera quisiera volver a su antiguo encierro.

“El enigma de Kaspar Hauser” sí que cuenta la historia hasta el final. Incluso asistimos a la autopsia del protagonista. Herzog se atreve hasta a poner cara al asesino, pero no vamos a destrozar la sorpresa al que quiera verla.

Película muy recomendable, como la anterior, para todo aquel que esté interesado en el tema tratado. Al que no le interese la historia en absoluto quizá se le puede hacer un poco pesada a ratos, pero aún así creo que hay que darle una oportunidad, porque puede sorprender muy gratamente.

5 comentarios:

  1. Jopé! Estupenda entrada.
    Varias cosas.
    Primero... yendo a algunos de los enlaces que has puesto... en el de Victor veo que incluso se duda de que fuera realmente un niño salvaje, se apunta a que sus heridas podían provenir de algún abuso y que fuera realmente más bien el suyo un problema de deficiencia mental.

    De todas formas, para lo que es la película, me da lo mismo. A mí es una de Truffaut que me gusta mucho e incluso creo que él está muy bien como Itard.

    En el caso de Kaspar me ha sorprendido que comentaras esto: "Llegó a adquirir conocimientos de filosofía, ciencias, latín y música."
    Me ha sorprendido porque en el poco tiempo que parece que tuvo para aprender viniendo desde los 16 años de la situación en la que se encontraba... en fin... más que deficiencia deberíamos hablar de genialidad.

    No he visto la película de Herzog. Sabía de ella... Saber que para un personaje de 16, utiliza a un actor de 40, pues también me ha sorprendido. Pero si James Stewart estudiaba derecho en El hombre que mató a Liberty Valance, y me lo creí.. Si dices que a ti te pasó lo mismo, no veo problema alguno.
    Que Kaspar critique abiertamente la existencia de Dios e incluso actitudes machistas de la época es un detalle muy curioso. Y cómo encontró el título de Herzog y su emoción al "escucharlo" en una película brasileña es una anécdota estupenda.
    La apunto para un futuro (lejano, porque ya tengo muchas) visionado.
    Un saludo.

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  2. Interesantísima reseña, sí señor; tenía conocimiento de la película de Truffaut y algo de su protagonista. Esa película la ví hace muchos años, en el cine, y me pareció un tostón, porque mis gustos estaban, digamos, en fase embrionaria... ;-)

    Así que me la apunto para darle un vistazo un pelín más "adulto"... ;-)

    En cambio, la de Herzog, aun pareciendo a priori interesante, no haré nada por verla, porque no puedo soportar el cine de Herzog: me aburre soberanamente, no lo puedo soportar. Somos antitéticos... ;-)

    Un artículo muy bueno.

    Saludos.

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  3. Me han entrado ganas de volver a ver las dos películas. Las ví hace años y las recuerdo poco.

    Excelente entrada, la has trabajado a fondo. Un saludo.

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  4. Lo mejor de la película de Herzog era el actor protagonista, persona que da la impresión que a Herzog le va entrando más ganas de filmarle que relatar la historia del propio Hauser. En Stroszek ya era más patente todavía que lo que Herzog quería mostrar era a ese Bruno S., que tenía que ser todo un friki como diríamos hoy.

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  5. Soberbio trabajo.

    La primera película la tengo bastante reciente, aunque ya la había visto (y estudiado) en mis años de Facultad.

    La segunda no la he visto, aunque sí conocía el caso.

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