Okuribito (Departures. Despedidas)

Título original: Okuribito (El que envía)
Título inglés: Departures (Despedidas)

Ante todo decir que esta película puede no encandilar ni atraer si no se tiene suficiente sensibilidad o si no se valoran los aspectos que hacen crecer a cada individuo en su camino vital. También hay que estar mínimamente familiarizado con la cultura y la estética japonesas pues en ella sobreabundan y de qué forma las dos.

La obra cuenta la trayectoria vital de un músico fracasado (como tantos, pero éste se enfrenta a la realidad y busca superarla con alguna alternativa; cosa que en la vida real es tremendamente difícil), un hombre que por circunstancias se queda sin trabajo cuando en realidad no es su propia vocación el dedicarse a la música de forma profesional, con todas las exigencias que ello conlleva.

Y vuelve a su pueblo natal, donde bajo una aparente casualidad (aparente porque las casualidades no existen) encuentra trabajo practicando el Nokan. El Nokan es el arte de cuidar y preparar los cadáveres antes de ser enterrados o incinerados. Esta práctica desemboca en una experiencia religiosa-espiritual sobre todo para la familia del difunto, quienes ven con la muerte de su ser querido que el cuerpo desaparece mientras que el alma se va al más allá de donde venimos. Daigo kobayashi, el protagonista, prepara los cadáveres con amor, los limpia y aromatiza, los viste y maquilla, y en definitiva los prepara para que puedan realizar el viaje de la mejor de las maneras.

La película alterna momentos de un fino y sano humor con la profundidad que la rodea constantemente, aquella que nos remite hacia nuestros propios afanes, hacia nuestras propias vivencias y deseos más íntimos. Porque el protagonista es un hombre de carne y hueso, un hombre que sufre y que arrastra problemas como cada uno de nosotros.

Contrasta su lentitud con el Japón de las capitales, aquel que propicia una vida rápida de poca reflexión. Con una gran carga emocional (y con la lentitud más natural), el director Yojiro Takita nos acerca el ritual mortuorio y nos brinda una obra llena de elegancia; aquella sublimidad que va unida a la pulcritud espiritual y que propicia un crecimiento interior diría que necesario para todo ser que pase por la tierra.

Aunque presumiblemente todos llevamos una vida bien diferente que la del protagonista de la película, está claro que su crecimiento y evolución no deja de ser una ejemplo y un anhelo para todo aquel que tenga necesidades espirituales (ojo, no necesariamente religiosas).

Un último apunte para reincidir en la estética oriental en la cual se basa la obra de Yojiro Takita: donde cada aspecto está cuidadísimo, donde la fugacidad y cada símbolo tiene su significación, donde el tratamiento poético y la fotografía (de una belleza plástica indiscutible) y la música de Joe Hisaishi, excelente, envuelven cada fotograma con gran acierto y se convierten en pieza clave de Okuribito: la película que despierta y transmite sensaciones, cuando no logra emocionarnos con el tema de la muerte, auténtico tabú en nuestra vida cotidiana (y en la de Japón), aunque por más que nos esforcemos en ignorarla, forma parte de nuestro paso por la tierra, y es más, le da su verdadero sentido.

Apuntar muy brevemente que la actuación de los intérpretes pero especialmente la del protagonista Masahiro Motoki son más que sobresalientes, y que transmiten una expresividad vívida y rica, llena de sutilidad y luminosidad. Sus interpretaciones están llenas de matices y naturalidad.

En definitiva, gran aporte a nuestra sensibilidad, cuya idea proviene del propio protagonista a raíz de un viaje que realizó a la India, donde pudo observar con detalle la importancia que se le da a ese oficio en esa cultura, y en definitiva, quedó fascinado por la naturalidad con la que conviven vida y muerte. La capacidad de mirar de frente a la muerte, y asumirla con absoluta sencillez dejó fascinado al actor japonés.

Excelente