domingo, 19 de agosto de 2012

Los bares de John Ford

Tal y como habíamos propuesto aquí, y con el aderezo que le dieron vuestros suculentos comentarios, salieron a la luz muchos bares (clubs, lujosos restaurantes, bodegas, pubs, tabernas, cantinas, tascas, ambigús...), bares que, de una forma u otra, son eje esencial de alguna película. Recogí los ejemplos, pocos y someros, que contemplaba la edición española de la Wikipedia. Pero eran muchos, muchísimos más, QED. Tantos que, de ser necesario y encontrar las fuerzas y la motivación suficientes, intentaríamos catalogar.

Pero será porque es verano, será porque el bar y el estudio hacen un difícil contubernio y porque nuestra intención no era la exhaustividad, mejor seguimos el camino que habíamos emprendido y vamos parando en algunos sitios recomendados. Esta vez, de la mano de John Ford, ya que ni más ni menos que en tres ocasiones fue mentado. Ni que decir tiene que he aprovechado la ocasión para volver a ver estas películas y, aunque sobra decir esto, recomendarlas.



  • My Darling Clementine (Pasión de los fuertes, 1946). Valga el Oriental Saloon de Tombstone como ejemplo de estos lugares tan característicos del viejo oeste. En la realidad, el saloon de Tombstone era el Bird Cage (1881-1889), un lugar que hacía las veces de bar, salón de juegos, teatro y prostíbulo, y cuya mala fama está atestiguada por 26 asesinatos durante los años que permaneció abierto, al más puro estilo far west. En la película, el saloon comparte protagonismo con el local del barbero-dentista, que a su vez hace de baños públicos, y con la Mansion House, el hotel-restaurante. La historia que aquí se desarrolla es de sobra conocida, aunque la revisión del tiroteo en el OK Corral está magnificada en la versión fílmica: Wyatt Earp (H. Fonda) no era un experto con las armas; sus motivos no son tan nobles como reza el guión; los muertos de la película no son los que eran; etc. Y por último, y en realidad lo único que nos llama la atención, Ford ha hecho una gran barra y un enorme saloon cuando en realidad debía tratarse de un lugar mucho más pequeño, con la clara intención de rodar escenas que en un espacio más pequeño serían impensables. En fin, uno de esos detalles que el irlandés se sacó de la chistera.


  • The Quiet Man (El hombre tranquilo, 1952). Llegamos a Innisfree, al Cohan, metidos en el cuerpo de un desorientado John Wayne que busca el idílico pueblo de su infancia cuya memoria su madre ha mantenido viva en él. En realidad, ni Innisfree existe ni el bar de Cohan existía en el momento del rodaje. En realidad se trataba de la aldea de Cong, y el local era... ¡una tienda! Ante la demanda de los turistas, el local fue remodelado y en septiembre de 2008 se inauguró el pub, respetando en lo posible el decorado de la película.Ya nuestro amigo Juan Ortiz (Zitor) nos contaba muchas anécdotas del evento en este artículo, que os invitamos a leer. Como anécdota, cabe mencionar que uno de los barcos que sale en Donovan's Reef, película de la que vamos a hablar a continuación, se llamaba Innisfree.


  • Donovan's Reef (La Taberna del Irlandés, 1963). Vilipendiada por muchos, catalogada de menor, incomprendida o ignorada, esta película de Ford pasó a la historia por ser su última colaboración con John Wayne. Está ambientada en la ficticia isla de Haleakaloha, en la Polinesia Francesa (en realidad, en la isla hawaiana de Kauai, al parecer una de las zonas más húmedas del planeta. Para conocer más datos sobre los lugares donde se rodó podemos visitar este enlace). El famoso Arrecife pertenece a Donovan (J. Wayne), aunque parece regentarse solo. En él comparten protagonismo el policía (Mike Mazurki), a quien una cerveza en mano le distrae de cualquier obligación; una máquina tragaperras que no funciona pero cuyas luces atraen a los nativos, que le siguen echando monedas; un gramófono que tampoco funciona; y Gilhooley (Lee Marvin), un personaje recién llegado a la isla, histriónico e infantiloide, con la sana intención de pegarse una paliza con Donovan. ¿Motivos? Ambos cumplen años el mismo día, ya está. En realidad, los errores de localización son abundantes, señor Ford: Donovan, Gilhooley y el doctor Dedham (Jack Warden) llegaron a la isla tras un combate con los japoneses en la 2ª Guerra Mundial, aunque en realidad no hubo combates allí. Por otra parte, el nombre de la isla significa, por lo que sé de esta noble lengua, Casa de la Risa y del Amor, un nombre perfecto para lo que ocurre en la película... pero en perfecta y noble lengua hawaiana (se supone que estamos a más de 4000 km de Hawai). Además, la protagonista femenina de la película, Amelia, que ha venido a la isla desde Boston para conocer a su padre (bueno, y a convencerlo por "las buenas" de que no herede una serie de acciones de la compañía naviera de la familia) llega a la isla en un velero procedente de Honolulu (¿no queda esto un poco lejos de la Polinesia Francesa?). Estos y algunos detalles más que simplemente se hubieran solucionado ambientando la película donde realmente se rodó. A pesar de la comicidad efectiva de muchas de las escenas; a pesar del desfase de otras gracias del guión; a pesar de los errores históricos y de localización; a pesar de todo eso, la película consigue transmitir, en clave de comedia, una soslayada denuncia a la superioridad americana y sus buenas costumbres, a su racismo y a su doble moral. Pero bueno, eso es otra historia, y de eso ya nos habló también nuestro amigo Josep aquí, y nuestra amiga Abril aquí y aquí (esta vez con dibujos). Al final de la película, y siguiendo el enfebrecido guión, Donovan regalará su preciado arrecife al camarada Gilhooley, como muestra la foto:


8 comentarios:

  1. No solo no me disgusta ( el enlace)sino que me siento muy honrada de que "figure" mi apartamento parisino en éste espacio cinéfilo a proposito de uno de los directores que más admiro y con ésta película que recuerdo una y otra vez con una sonrisa.
    Me ha encantado saber algo más sobre su rodaje.

    Un abrazo veraniego

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    1. Gracias, Abril. La verdad es que te pones a tirar del hilo, y siempre salen un montón de anécdotas. Ay, si pudiéramos solucionar los problemas de esta ínsula de la misma forma que allí, ¿verdad?

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  2. Pues para divertirse creo que me quedaría en La taberna del irlandés, ja, ja, ja...
    Saludos.

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    1. El problema para mí es la música. La irlandesa del Cohan creo que me gusta más, jaja.

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  3. Como ya os he dicho en casa, un verdadero honor aparecer citado en este lugar de cinefilia galopante y más acompañado por una serie de enlaces que resultan interesantísimos.

    No sé que tendrá Ford (bueno, sí lo sé, pero llevaría demasiado tiempo explicar un poco) que es mentarlo y aparecer de inmediato las ganas de volver a ver una de sus películas, ni que sea andando bajo el despiadado sol de Arizona con Fonda, brindando con negra con Barry en Cohan escuchando baladas tristes o apartándome en un rincón, botellín en mano, mientras los dos grandullones se apalean bajo un cielo cálido y tropical. Si es que dan ganas de ponerse a verlas todas de nuevo.... :-)

    Un abrazo.

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    1. Cierto que Ford tiene algo, los muchos detalles que se pueden contar y los aspectos generales que no, porque son de cada uno y a veces no responden a la lógica (como la manzana de Proust, que asocia un sabor común a toda una infancia de sensaciones y recuerdos).

      Dan ganas, sí. De momento, estoy revisando unas cuantas, aprovechando los últimos coletazos del verano.

      Saludos

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  4. Me parece de muy mal gusto andar señalando de forma puntillosa pequeñas licencias que se tomaba El Maestro para agrandar aun más si cabe sus obras. ¿Qué importancia tiene el tamaño de un bar? ¿Alguien sabe dónde narices cae la Polinesia francesa? >:(
    Si no fuera porque la entrada es excelente, llena de información, referencias y buena pluma, me sentiría muy ofendido.

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  5. Pues creo, amigo eduardo, que el muy ****** se tomaba ciertas licencias conscientemente. Vamos, que no le importaba lo más mínimo. Otras veces, con total certeza, se debería al descuido y, por qué no, a la chapucería. Lo que no menoscaba su obra, enorme donde las haya.

    Y no te ofendas hombre, que esto lo arreglamos a puñetazos... y tan amigos.

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