miércoles, 25 de enero de 2012

Y entonces llegó el capitalismo...

Hace muuuucho mucho tiempo (tres días como quien dice), en un mundo muy lejano (la Tierra mismamente), había una sociedad que se inventó una forma rara de comunicación a distancia. La llamaron Internet.

Dentro de ese mundo de internet proliferaron todo tipo de actividades y acciones, desde sustituir la carta a la tía Jacinta por algo conocido como "correo electrónico", hasta crear una enciclopedia libre y colaborativa que llamaron Wikipedia. También desarrollaron programas para compartir archivos, los "p2p", de los que los más exitosos fueron el emule y el torrent y cuya principal característica, de la que venía su nombre genérico, era que permitían compartir contenidos entre usuarios finales, sin intermediarios, "par a par".

En poco tiempo las redes p2p crecieron como la espuma y millones de personas se encontraban compartiendo de forma libre contenidos principalmente culturales: música, películas, libros... Había unos a los que llamaban "uploaders" (subidores, para entendernos), que eran los que más activamente proveían de contenidos a las redes, pero todos colaboraban en su difusión y mantenimiento, porque los programas premiaban a los que más colaboraban y penalizaban a los que no lo hacían. La gente ya no dependía de que una editora decidiese publicar tal o cuál obra, o de que un programador viese negocio en poner tal o cuál película en un cine o en una cadena de televisión, se acabó el ostracismo al que los mercados habían condenado a determinadas zonas geográficas, de repente obras olvidadas volvían a ver la luz y se difundían a los cinco continentes.

Entonces los mercaderes de las industrias culturales empezaron a temer por su boyante negocio y comenzaron una cruzada contra las redes p2p, acusándolas de piratas y de querer acabar con la cultura. Pero hete aquí que para entonces esas redes de usuarios ya eran mucho más que eso, eran una comunidad. Ya no solo subían o descargaban archivos de forma individual, sino que habían creado foros, páginas web, blogs, se comunicaban entre ellos, se conocían e intercambiaban ideas, opiniones, formaban grupos... No sólo eso, sino que creaban contenidos, hacían prolijas entradas sobre las obras que se ofrecían, sesudos análisis sobre los autores, se establecían interesantes debates en los foros... Y más, se recuperaban obras que los mercaderes habían decidido no poner a disposición de los mortales, se hacían traducciones de subtítulos para que personas de todas partes pudiesen gozar de una película, se colaboraba entre gentes muy diversas en la obtención de materiales, el ripeo, la edición...

Ahí precisamente estaba la fuerza que los hizo invulnerables a todos los ataques que les vinieron desde los mercaderes: ya no eran sólo individuos, eran una comunidad. Millones de personas comprometidas en poner su tiempo, su esfuerzo y su trabajo desinteresado al servicio de una idea: hacer accesibles todos los contenidos culturales a todo el mundo, sin condiciones de origen, ubicación o capacidad económica. Algún loco llegó incluso a pensar en que eso era lo más parecido a la mítica biblioteca de Alejandría que podía imaginarse. Esa comunidad, que se creía solo virtual, insospechadamente llegó incluso a adquirir corporeidad en algún país de la periferia terráquea cuando el gobierno de turno intentó aprobar una ley que la intentaba perseguir, salieron juntos a la calle y dieron lucimiento a un anodino acto público.

Conviene señalar aquí que dos eran los pilares que sostenían la filosofía de esa comunidad: la voluntad de compartir y la absoluta carencia de ánimo de lucro, dos conceptos revolucionarios por mal vistos en la dirigencia de ese tiempo.

Pero entonces otros avispados mercaderes vieron todo aquello con ojos de avezado emprendedor, y donde había una comunidad ellos intuyeron millones de potenciales consumidores esperando el gran producto, el megaproducto: la des- carga directa. Pusieron en marcha empresas con servidores potentísi- mos donde la gente podía subir los archivos y todo aquel que quisiese, descargarlos a velocidades vertigi- nosas. Todo era mega: mega- velocidad, megacapacidad, mega- disponibilidad. Es cierto, se perdía la independencia de las redes p2p, donde los individuos no dependían de nadie y compartían directamente, pero quién se podía resistir a tanto mega... y además gratis, y además sin límites. Así, poco a poco la comunidad fue teniendo bajas y las huestes de la descarga directa fueron aumentando. Ahora ya sí, había subidores puros y otros que solo descargaban, en los foros fueron desapareciendo hasta los agradecimientos más mínimos, no había tiempo, todo era rapid-rapid-rápido...

Poco a poco esas empresas fueron descubriendo su verdadera cara y empezaron a entorpecer las descargas gratuitas: tiempos de espera cada vez más largos, códigos de reconocimiento, limitaciones de cantidad de megas descargados... Su objetivo: que la gente pagase por descargar. Y lo consiguieron, mucha gente empezó a comprarles cuentas premium para poder tener todo ya, abandonando lo que hasta entonces había sido su proyecto por viejo y lentoooooo: el p2p. Después, algunas empresas convirtieron a los usuarios también en negociantes, ofreciéndoles dinero en función de la cantidad de descargas que tenían sus archivos. Para entonces el ambiente en muchos foros estaba ya bastante enrarecido: robos de enlaces, denuncias entre usuarios... Sí, el capitalismo se había infiltrado en la comunidad y había impuesto su ley.

A partir de aquí es historia reciente y por tanto conocida. El FBI de la potencia planetaria llegó para completar el trabajo, detuvo a un multimillonario gordo y chabacano dueño de Megaupload, la mayor empresa de descargas de la humanidad, y le cerró la página. Éste por otra parte debe andar mondándose de la risa viendo cómo salen fervorosamente en su defensa algunos de los otrora radicales anticapitalistas de Anonymous, o cómo en un foro de la policía de ese país periférico que mencionábamos antes se rasgan las vestiduras. En pocos días todas las páginas de descarga directa empiezan a quitar una tras otra todos los enlaces a archivos de obras culturales y así, en cuestión de horas, lo que se había tardado años en construir se disuelve como un azucarillo.

En el día de hoy se puede decir que la humanidad ha vuelto a la prehistoria y que como entonces, conseguir ver una película de Dziga Vertov, por decir algo, es una azar que depende de la voluntad de otros y de la rentabilidad que pueda haber detrás de ello.

El futuro evidentemente es imprevisible, aunque es de suponer que la maquinaria del dinero tendrá previsto un sustituto rápido, quizá legal y seguro más caro, para llenar el enorme hueco de negocio dejado por las páginas cerradas y que sirva para saciar la avidez de consumo que han sabido generar una vez más. La incógnita es si todavía está latente esa potente comunidad que se creo en torno a las redes p2p, si será capaz de sacar sus propias enseñanzas de lo sucedido en todo este tiempo, recomponerse y dar la espalda a nuevos agentes externos que pretendan conducirla por el camino correcto... para ellos.

Vosotros, queridos lectores planetarios, la mula, el torrent, o lo que queráis inventar, diréis...

Pd.: Una nota para los autores, que igual por aquí pasa alguno. Quizá convendría también pararse a pensar, ser inteligentes y colaborar en la posible construcción de esa comunidad...

10 comentarios:

  1. Comparto plenamente la idea de que llamar delicuente al propietario de Megaupload cuando Botín por ejemplo puede timarnos a todos impunemente da mucha rabia. Al menos del Mega sacaba algo, los banqueros no hacen más que robarme de mil maneras.

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  2. Has hecho una exposición bastante clara de lo sucedido. Yo creo que, como siempre, la avaricia acaba rompiendo el saco. Algo de esto se veía venir...

    Un saludo y enhorabuena por el escrito, muy didáctico.

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  3. Fantástica exposición, gourmet, que me trae a la memoria (la corta, que de eso no hace tanto tiempo) los tiempos en que compartir era lo normal, pero claro, era gratis y ningún capital sacaba nada de ello (bueno, las compañías telefónicas y su ADSL 24 h.).

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  4. Me ha gustado muchisimo tu exposición y el video que la acompaña Gourmet..
    ¡A ver que nos depara el futuro !

    Saludos

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  5. Lo has descrito perfectamente. Entonemos nuestro mea culpa: los usuarios nos hemos cargado la gallina de los huevos de oro. Nos quedamos sin el cine de Pabst y todo por querer ver gratis chorradas como MI4 o escuchar tontadas como el último disco de Pablo Alborán. Desde el momento en que el primer usuario pagó la primera cuenta premium y el primer webmaster metió un banner publicitario en su web, comenzamos a cagarla.
    En fin, me queda el consuelo de que el foro de música clásica del que descargo cds o dvds de esos autores por los que preguntas en El Corte Inglés y te responden poniendo cara de "¿cualo?", ese no lo cerrarán, no...

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  6. Magnifica exposición, Gourmet. Estoy de acuerdo contigo en casi todo.
    Creo que fué Alaska la que dijo que "La piratería existe desde que se inventó la tecla REC".
    En mi caso, recuerdo que en mis tiempos mozos, cada vez que algún amigo o familiar se compraba un disco (de vinilo, por supuesto), ese disco pasaba por las manos de todo el mundo. Lógicamente, ese disco volvía en estado lamentable. La solución fue una cadena de sonido con pletina (AKA Cassette). De mis preciados discos salían copias para todos los amigos y se mantenían a salvo. Por supuesto, nunca les cobré las cintas vírgenes. O me las traían ellos o posteriormente me las devolvían con sus discos grabados. Nunca hicimos cuentas. Recuerdo con nostalgia las visitas a casa de mi madrina(q.e.p.d), gran aficionada a la música en general y a la música country en particular. Siempre que iba a visitarla, llevaba un paquete de cintas y gracias a ella descubrí un buen montón de buenos músicos de los que luego compré mas discos.
    Posteriormente llegaron los CD's. En teoría eran inalterables, pero yo ya había cogido la costumbre de grabar en cinta y seguía sin prestar discos. Ya se sabe que hay dos tipos de tontos, los que prestan discos y los que los devuelven...
    Y por fin llegaron las grabadoras. Cambié las cintas de cassette por CD's virgenes, pero seguía grabando para todos y todos grababan para mi.
    Como quiera que el método empezó a popularizarse, los fabricantes empezaron a incorporar sistemas anticopia. El resultado fue que aquel que compraba un disco, empezó a tener problemas para copiarlo e incluso, según el reproductor, para oirlo. Por aquel entonces empezaba a popularizarse una "cosa rara" del departamento de defensa de los U.S.A que era internet y empezó a ser mas fácil bajar un disco y luego grabarlo que comprar un original, con la ventaja de que podías hacer copias para llevarlas en el coche, por la calle, en unos curiosos aparatos llamados "discman", etc. Por fin llega la era del MP3 y ahora resulta que nadie compra discos, pero también es cierto que nadie los utiliza. Y no es que ya no haya afición por la música, ya que las entradas para los conciertos se agotan en cuestión de horas. Hace ya once años que cerraron Napster. ¿Que ha hecho la industria discográfica para adaptarse a los nuevos tiempos que corren?.

    Con la llegada del video (VHS, Beta o 2000), por fin llegó la libertad de ver una película a la hora que quisieras y cuando quisieras. Recuerdo con mucho cariño la ingente cantidad de cintas grabadas de la televisión con esas maravillosas películas que solían poner en la segunda cadena a altas horas de la madrugada. Llegaron los video-club. y con ellos, la copia (mediante dos vídeos) de las películas.
    Posteriormente llegaron los DVD's, y con ellos las herramientas de ripeo, el codec DivX, las altas velocidades de internet y por supuesto, el intercambio de películas a través de la red. Eso si, con procedimientos rudimentarios y lentos como WinMx, de forma que podías tardas semanas en conseguir una película. Posteriormente con el emule y el bitorrent, la velocidad aumentó considerablemente y el catálogo de películas disponibles también. Por fin teníamos una gran filmoteca virtual en la que tenían cabida aquellas rarezas que no eran comerciales. Por fin habíamos acabado con la dictadura de las distribuidoras y de sus descatalogaciones. Recuerdo que una vez quise regalarle a una buena amiga que pasaba por un mal momento una peli de Woody Allen y ...¡¡Estaba descatalogada!!. Incluso había gente que se curraba la traducción de los subtítulos y ponía a nuestro alcance películas que las distribuidoras no editaban. Pero también empezaron a subirse películas recién estrenadas y a arruinar la exhibición comercial de estas películas, porque aunque no entiendo que pueda haber gente que vea una película (mal)grabada en una sala de cine, el caso es que haberla, hayla.

    [sigue...]

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  7. Llegados a este punto, el público empezó a tener conciencia de los "estacazos" que nos daban las distribuidoras. Si a mi me cuesta un euro grabar a mano un CD/DVD, ¿Cuanto están ganando las distribuidoras que me están cobrando 20 euros por CD/DVD y ellas los fabrican como churros con máquinas?
    Y empezaron a dar películas con los periódicos. ¿Es posible que el ABC/El País/El Mundo esté perdiendo 19 euros para venderme a mí esa película por un solo euro y con un periódico de regalo? Creo que llegados a este punto, mucha gente, entre los cuales me incluyo, empezamos a sentirnos engañados y a pensar que esa teoría de "maximizar beneficios", pasa por timarnos.
    La sensación de engaño aumentaba a medida que aumentaban las facilidades para bajar contenido gratuito y aquí aparece el fenómeno de la descarga directa. Nunca me ha gustado que una empresa obtenga beneficio de mis subidas o bajadas. Tampoco me ha gustado nunca que la red se dividiera en "gente que sube" y "gente que baja". Con la tecnología P2P, todo aquel que baja está contribuyendo a la subida de otros y nadie se beneficia de ese intercambio. Si el autor no se lleva dinero, es justo que tampoco se lo lleven otros. Pero como bien dices, gourmet, al final ha llegado el dinero y ha arrasado con todo. ¿Con todo?. No, yo creo que no. No creo que volvamos a los tiempos del intercambio, que por otra parte, nunca ha cesado y sin duda se mantendrá, pero si creo que es el momento en que se puede producir un gran cambio. ¿Cual? no lo se. Depende de como se jueguen las cartas que cada uno tiene en su mano. Si hay algo que ha demostrado Megaupload es que la gente, el público, no busca sólo el gratis total, sino que está dispuesta a pagar una cantidad razonable por un servicio razonable. Si las distribuidoras se empeñan en seguir con su obsoleto modelo de negocio e intentan darnos un estacazo cada vez que queramos ver algo, pienso que están condenadas al fracaso, pero, si por el contrario reaccionan y ajustan la oferta y los precios, puede ser que vuelvan a congraciarse con sus clientes. De momento, los tiempos han cambiado y ellos no han sabido reaccionar a tiempo. Tal vez sea esta su última oportunidad.

    Y hablando de intercambios y de ánimos de lucro, a ver si algún entendido en leyes puede resolverme una duda que me ronda por la cabeza hace unos días: Si yo quedo con unos amigos en un bar para intercambiarnos unas películas ¿Debería el dueño del bar invitarnos a las cañas correspondientes para evitar lucrarse con el intercambio de películas?

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  8. Alberto, sin duda el del bar debería invitar a las cañas, o en su defecto poner una buena ración de alitas, ja ja ja.

    Ese vídeo hay que moverlo por todas partes, es una experiencia muy fuerte la de Orsai y dice mucho de muchas cosas.

    No sé si os habéis parado a echar cuentas, pero Orsai en su primer número y en preventa recaudó 150.000 dólares, nada menos. 10.000 personas demostraron que eso de que la gente lo quiere todo gratis es un mito y que muchos estamos dispuestos a pagar por otra forma de producir, distribuir y disfrutar de la cultura.

    Según lo que cuenta Casiari en el vídeo, eso supuso un ingreso para los autores que colaboraron de 75.000 dólares. ¿Cuánto hubiese sido en la industria tradicional? Pero lo mejor de todo es que 400 millones de hispanohablantes pueden disfrutar de esa revista, de forma libre y sin condiciones.

    En estos momentos Orsai está lanzando la preventa de la primera revista del 2012. El objetivo, 5000 suscriptores que compren 12 revistas, y desde diciembre ya llevan 3163. Echad cuentas.Sumar, multiplicar y alucinar.

    Solo megaupload dicen que obtuvo 110 millones de dólares de cuentas premium, es decir, gente dispuesta a pagar por ver películas o series. ¿Cuántas películas podrían haber hecho Angelopoulos con ese dinero si quitamos de en medio la publicidad, por decir uno de tantos gastos innecesarios?

    Yo ya no creo más en que la industria recapacite y monte negocios sostenibles y razonables en los tiempos que corren. Que le den por ahí a la industria, no los necesitamos, son un lastre. Los escritores y los lectores, los músicos y los aficionados, los cineastas y los espectadores nos bastamos y nos sobramos. (Esto de momento no es más que un deseo, lo sé)

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  9. Si queréis leer otra reflexión interesante sobre el tema:

    http://madrilonia.org/2012/01/pero-entonces-%C2%BFmegaupload-mola/#comment-9913

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  10. He enlazado esta entrada y el maravilloso relato “Después de discutir” en un post dedicado a este tema, en un blog colectivo de cine:

    http://zinefilaz.blogspot.com/2012/01/intercambiar-y-compartir.html

    Creo que lo importante para unos es seguir manteniendo el gran negocio bajo control, mientras muchos ya vamos a años luz y nos estamos acostumbrando a elegir lo que queremos ver, a encontrar lo que no nos llega por esas vías tan cerradas y trogloditas.

    Internet ha favorecido e impulsado muchas creaciones artísticas.

    Biquiños

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