martes, 26 de enero de 2010

Los Pianistas de Cine Mudo

Aquí os dejo un texto que he extraído del libro “El Cine Español Entre 1896 y 1939: Historia, industria, filmografía y documentos”, de Emilio C. García Fernández, editado por Ariel Cine (2002). En este libro el autor recopila una serie de documentos realmente interesantes sobre la industria cinematográfica en España en los años citados.

El que he seleccionado es una curiosa defensa de los pianistas de cine mudo que data de 1914. Espero que os guste.


Los pianistas de cine. “El Cine”. Número 112 (marzo de 1914)

Muchas son las veces que en la Prensa se ha censurado a los pianistas que actúan en los Cines sin entrar en consideraciones y sin percatarse bien de la forma que llevan a cabo su trabajo estos modestos artistas.
En defensa de la clase vamos a detallar el excesivo trabajo que sobre estos artistas pesa diariamente sin ser merecedores por ello de ninguna consideración, ni por parte de las empresas, ni por parte del público.
No hace mucho que en Las Noticias se insertaron dos artículos con el mismo título que encabeza éste; en ellos se quejaban de la monotonía que se emplea por parte del pianista en acompañar las Cintas Cinematográficas. Nosotros en este artículo nos vamos a permitir asegurar que algo de monotonía ha de existir siempre, la mayor parte de las veces no por culpa del pianista, sinó por los asuntos o argumentos de la película, pues son muchas veces que el pianista se ve negro para poder encontrar música aplicable al asunto que se desarrolla, pues muchas veces la música es inaplicable a menos que esté escrita ex profeso.
¡El sueldo!... ¿Es equivalente el sueldo que disfrutan? No lo es, pues a proporción cobra más un operario de cualquier oficio que el pianista de Cine.
El trabajo. Fíjese bien el lector y tome buena nota: A las cuatro de la tarde se sientan en el piano, los días laborables, y a las tres, los festivos, más en este día hay sesión Vermouth que da principio a las once de la mañana y termina a la una de la tarde, y hasta las siete y media o las ocho que va el relevo para ir a cenar (algunas Empresas obligan que el referido suplente, que cobra una peseta diaria, sea pagada por el pianista efectivo), están obligados a marchar al unísono del motor, siempre sentados, la vista fija en la tela, el oído atento para que el público no arme bronca, no improvisando porque el público quiere música conocida, no tocando música conocida porque el público la corea, procurando hacer sentir si la película es triste, causar alegría si es alegre, imitar el ruido del tren, la bocina del automóvil, los disparos del cañón y fusilería, el canto... del cisne, en fin, ser un estuche de distracciones por un ínfimo jornal, sin intervalos, hasta el extremo de no poderse sonar en el probable caso de estar resfriado, con una hora para ir a cenar aunque viva a cien leguas apartado del Cine donde ejerce, sin permitírseles que venga un buen amigo pianista a descansarles un par de películas y terminando diariamente lo más pronto a las doce y media de la noche o a la hora que a las Empresas para sus fines les convenga.
¿Han de sufrir más estos modestos artistas? ¿Han de sacrificarse hasta perder la poca salud que les queda? ¿Pueden hacer más de lo que hacen? Y ahora respetable público, tienes la palabra. ¿De qué son dignos? ¿De censura, insultos, burlas y críticas o de consideración y respeto?
Creemos sería hora de que las Empresas recapacitaran y vieran la razón que asiste a dichos artistas, haciendo algo en su favor que siempre había de resultar beneficioso para el público, pues nosotros estamos convencidísimos que los pianistas por su parte hacen todos los posibles para serle agradables y al mismo tiempo complacer hasta donde lleguen sus fuerzas, pero hay que reconocer que llega el momento que se pierde gusto y repertorio y es cuando resulta monótono y aburrido para el público su trabajo. Creemos que las Empresas deberían retribuir mucho más al pianista, que es el que lleva todo el peso del espectáculo y en vez de tener uno, dos; y de esta manera, ni sería tan cansado para ellos ni tan aburrido para el público. Consideramos muy bien que por mucho repertorio que uno tenga, de la manera que hoy se trabaja en los Cines se agota, y nadie que conozca un poco de música, ignorará que ésta se vende muy cara y que si estos modestos artistas no tienen algo para atender las necesidades más precarias de la vida, menos han de tener para comprar música; esto es una lógica que no tiene duda alguna.

7 comentarios:

  1. Una pena no haber vivido esa época en la que el Cine parecía una suma de Artes

    Y lo leído me recuerda a esas historias de Harpo en la que nos cuenta sus primeros trabajos como pianista en un cine, sabiendo un par de canciones y sin saber cada nota que tocaba...

    Muchas gracias por el artículo

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  2. Claro, se nota que está escrito en 1914. Me permito hacer una actualización. Si estuviese escrito ahora, habría un párrafo que diría algo tal que así:

    "Y para colmo, cuando menos se lo espera aparece un caballero trajeado, con un ostentoso reloj de oro en el bolsillo de su chaleco, que le da dos cariñosos golpecitos en la espalda y le comunica fehacientemente, que para eso ha sido investido de la autoridad que le confiere pertenecer a una entidad privada, que la música que está utilizando está sujeta a derechos de autor, sea esta la que sea y aunque la haya compuesto él mismo, su madre, su primo, o un teniente de la caballería prusiana. Infeliz.

    Y muy amablemente le extiende un recibo redactado en perfecta letra redondilla, a razón de dos pesetas diarias por los últimos 15 años. Eso sí, ante los ruegos, sollozos e imploraciones del desgraciado pianista, tiene a bien darle un plazo de quince días, con sus quince noches y todo, para abonarlo en su totalidad o completamente, como prefiera, so pena de ir acompañado por la Benemérita al cuartelillo más cercano, como trámite previo a purgar sus horribles faltas criminales en el penal que corresponda.

    Y ahí es cuando el incomprendido pianista se convierte en el reo 666-JOER o similar, o en los casos de personalidad más débil, en el finado pianista que acabó con su vida metiéndose en el buche trece corcheas y dos semicorcheas...

    Y entonces se hizo el silencio en la sala, y el cine mudo se quedó mudo del todo... para siempre jamás.

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  3. Pues lo que le faltaba al pobre pianista...
    Buenísima actualización del artículo, Eduardo :-)

    En cierto modo, considero que el Cine sigue siendo una suma de artes. Pero sí que estoy de acuerdo en que tuvo que ser una época fascinante: novedad, descubrimientos, aprendizaje, etc.

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  4. Hombre, que no son tan malos... que al final le hizo un descuento del 50% por ser manco y pudo pagarlo dandole el tirón a una ancianita que no le llegaba con su pensión... pero qué más da si los artistas están contentos!?

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  5. Mondrolfo, tu comentario es realmente lúcido, y que conste que lo digo totalmente en serio.

    Ciertamente la época debió ser estupenda para el cine, en muy pocos años se pasó de la fotografía fija al cine sonoro, con avances y descubrimientos continuos. Ir a las salas entonces debía ser toda una experiencia.

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  6. Muy agudo tu comentario, Eduardo. Acompaño cine mudo y puedo asegurarte por experiencia que algo de eso hay de verdad.
    Si picas en la palabra "pianistas" de la introducción al artículo, te llevará a una entrevista que me hicieron como pianista de cine mudo y creo que puede ser interesante.

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  7. Bienvenido, Jaime y gracias por comentar. Sin duda, el enlace que indicas es muy interesante. Nos vemos aquí o allá :-)

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