martes, 18 de agosto de 2009

Mi nombre es Harvey Milk


El penúltimo trabajo del siempre interesante Gus Van Sant nos narra la historia de Harvey Milk, activista homosexual y primer gay elegido para un cargo público en Estados Unidos, en 1977, desde que con 40 años decide salir del armario, abandonar su trabajo en Wall Street y mudarse al Castro de San Francisco con su compañero Scott Smith, hasta su asesinato en 1978.

Como era de esperar, Van Sant maneja la historia con pulso firme, apoyándose en unas interpretaciones de muy alto nivel que quedaron recompensadas con el Oscar al mejor actor que obtuvo Sean Penn y el premio del Círculo de Críticos de Nueva York para Josh Brolin como mejor secundario. La narración es efectiva pero conservadora, centrándose en la figura del líder-héroe-mártir, como tantas veces hemos visto en el cine, y elevándolo por encima del movimiento social que había detrás, o al mismo nivel, o por encima... Si atendemos soóo a la película daría la impresión de que todo lo que ha ocurrido con el movimiento gay en Estados Unidos y fuera, fue consecuencia de decisiones de Milk, desde organizarse social y políticamente, hasta convertir San Francisco, y en concreto el distrito de el Castro, en su lugar de referencia.

De lo mejor de la película, la tensión del personaje y su entorno entre las concesiones para ser admitidos por el sistema y el mantenimiento de sus formas de ser. Milk se corta la coleta y se pone traje, pero no oculta a su gente su forma de comportarse, lo que debía suponer todo una escándalo en la conservadora América de esos años.

Muy interesante también cómo nos cuenta los entresijos de la política americana, el mercadeo del voto, los intereses particulares, incluso el chantaje, que al fin y a la postre, y si creemos su mensaje, fueron los que acabaron con su vida, y no tanto su condición de líder gay.

Sin embargo la película no reflexiona ni lo más mínimo en un proceso que se vivió en aquellos años en Estados Unidos, y más en concreto en San Francisco, y posteriormente se replicó por todos lados, la guetificación del movimiento gay. Aquí es donde la cinta se muestra absolutamente autocomplaciente, "qué bien estar juntos, cómo nos divertimos y tralará".

Y no es que sea difícil verlo, al poco de aterrizar en el Castro y poner su tienda de fotos Milk decide que tienen que organizarse, hacerse fuertes, apoyarse entre sí, lógico dada la agresividad del entorno. Ese encomiable apoyo mutuo y la necesaria organización de una minoría perseguida y maltratada produjo un éxodo desde todos los puntos del país buscando un espacio más amable, primera etapa de un proceso progresivo de encapsulamiento que arrasó el Castro extirpándole lo que tenía de ciudad, degradada, pero ciudad en tanto espacio de convivencia de lo diferente, de lo plural. La gentrificación de los barrios gays empezó a cabalgar allí y ya no paró, para satisfacción de propietarios y especuladores. Pero no sólo eso, el movimiento gay se hizo público para volver a aislarse, renunciando a la confrontación en lo cotidiano.

Es curioso que en un momento de la película, cuando se enfrentan a una elección decisiva, Milk se da cuenta que sólo con los votos de los homosexuales no pueden ganar, necesitan el voto de otros que no lo sean, y hace un llamamiento para que todos los gays salgan del armario, de modo que la gente se dé cuenta que trabaja y convive con ellos, que son sus padres, sus hijos, sus amigos, que son normales y por tanto no hay peligro en que adquieran derechos. Precisamente sobre lo que no reflexiona la película es que ya para ese momento muchos gays han sustituido el armario... digamos que por un vestidor, llámese este el Castro, Chueca, o como corresponda en cada lugar. Así que sí, más libres, más fuertes, pero casi igual de aislados y renunciando a ejercer una ciudadanía completa (y compleja).

En fin, que merece la pena su visión con ojo crítico.


2 comentarios:

  1. La película tiene buenos actores pero me resulta la última media hora un tostón de padre y muy señor mio. Ya estan muy trilladas este tipo de historias como bien dice en su critica del "lider" ora negro ora gay ora .... , el caso es que la temática no me resultó atractiva desde el principio de la cinta pero bueno, la primera hora se ve bien, despues el tema político me resultá ya demasiado cansino y terminé pidiendo que terminase la peli ya.

    En segundo lugar a mi el tema de los gays tal y como se ha planteado me parece acertado, creo que en ocasiones este tipo de mannifestaciones, reuniones, organizaciones o llamemoslo como queramos solo consiguen el objetivo contrario al que persiguen que no es otro que autoexcluirse. :wink:

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  2. No he visto la peli, aunque Van Sant es un director que me interesa. A juzgar por la imagen, me parece que la caracterización de Sean Pean es muy buena.

    El enfoque del artículo da de lleno en el problema, que al parecer la película no ve: y es la de la autoexclusión.

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