Josef Von Sternberg tiene una biografía muy especial, gran cineasta de fama reconocida y peculiar carácter, pero cómo todos los grandes cineastas, y los que no lo son, tuvieron un primer contacto con el mundo del cine.
Dejó su autobiografía plasmada en su libro Diversión en una lavandería china. El libro no tiene desperdicio, vale la pena. Es un reflejo de una época y de un personaje, muy culto, que desde la nada y desde una situación económica desesperada, luchó y creció, contribuyendo a hacer que el cine sea un poco mejor.
Del libro, podemos extraer el siguiente texto:
Una húmeda tarde de verano interrumpió mis propósitos. Había entrado en un parque sin importarme mi destino cuando una tormenta me llevó a refugiarme bajo un puente de piedra. Dos chicas asustadas llegaron huyendo de la lluvia y una de ellas se desmayó cuando cayó un rayo en un árbol cercano. Fue como si ese rayo lo hubiera mandado alguien de la sección de cine de allende las nubes. Al terminar la tormenta llevé a las dos chicas hasta la casa cercana de un amigo suyo. Salió a recibirnos un chico como yo, hablamos y me ofreció visitar el sótano de la casa para mostrarme, orgulloso, un aparato que había construido su padre. Esa especie de bombo de madera ocupaba de pared a pared, giraba, chirriaba y crujía. Por dentro y por fuera tenía enrollada una cinta de celuloide en espiral con agujeros en los bordes. Para aumentar todavía más la confusión, también había cepillos giratorios, botellas boca abajo, abanicos para el secado y poleas que temblaban al funcionar. El joven me explicó que este mecanismo era para limpiar películas cinematográficas y recubrirlas de una sustancia elástica protectora.
Entonces –y esto no ha cambiado tanto- la película se mostraba en pantalla de plata borrosa por la suciedad, las rayas y las manchas de aceite que la cubrían . Yo había visto algunas películas sin poder evitar el sentimiento de decepción y de desconfianza por lo que ocurría en ellas. De todas formas me impresionaba un actor que siempre tiraba a alguien de un acantilado. Moría al final entre un torrente de arena y piedras para quedar enterrado totalmente después de que durante su actuación se hubiera retorcido su mano unas cuantas veces. Ver algo así costaba entre cinco y diez centavos y suponía permanecer en un lugar caliente unas horas, escuchando también música de piano. El precio incluía las manchas de aceite y rayas de la proyección. Otras cintas eran coloreadas a mano o viradas en color sepia o azul. Además no era cuestión de estar caminando todo el día.
Después de conocer al padre de ese chico pasé horas y horas con él en aquel sótano viendo como mezclaba productos químicos. Usaba para ello una fórmula que esperaba que le enriqueciera ........
Si podéis, haceros con el libro (ahora mismo está editado por Ediciones JC).
Tomando nota, pues, de tu sugerencia lectora. Y mis mejores deseos para este comienzo de 2011.
ResponderEliminarUn saludo y hasta pronto ;
No termino de encajar el cine de Sternberg pero tiene algo que me llama. Me parece un personaje muy curioso.
ResponderEliminarUn saludo.
Mecachis: mira que hacía días que me rondaba esta entrada, porque la vi anunciada y ¡zas! desapareció con el (mardito) reto (que no acierto ni de coña) y ahora me acuerdo y me digo: ¿no había pendiente algo de Stenberg? :-)
ResponderEliminarInteresante llamada a ese libro del que tenía noticia pero que nunca he visto en estantería alguna, así que habrá que pedirlo para que lo traigan, porque los retazos que nos ofreces, Gourmet, son más que apetitosos y no quiero que se me olvide de nuevo. :-)
Saludos.